viernes, 11 de abril de 2014

Quiero tu Caloi

Cuando era niño, habían cosas que me gustaban mucho, que me despertaras con la mamadera, que me acostaras a tu lado cuando no podía dormir, generalmente los primeros días de Marzo, que me apagaras la luz cuando me daban mis famosas jaquecas, que me esperaras con mi pijama los días de lluvia porque sabias que me venia a pie del colegio caminando por la cuneta y pidiéndole a los micreros que pasaran por mi lado y me tiraran todo el agua acumulada, pero también recuerdo que te no me dejabas salir a jugar con lluvia porque me podía resfriar, bueno, contradicciones vitalicias pero entendibles con el tiempo.
Recuerdo el refugio que me daba tu humanidad cuando entraba alguien que no conocía y tus caricias en nuestras espaldas quemadas por el sol con cremas que nos aliviaban todo dolor. Ahora, después de los años, entiendo que ese alivio no era solo por la aplicacion de la crema, sino que también era esa caricia las que nos reconfortaba un montón. El roce, la piel con la piel y el consuelo verbal, que hacia su trabajo en mis oídos y en los de mis hermanos, era lo que mas reconfortaba, sin dudas.
Pero dentro de todo lo que recuerdo, y lo que intento de forma sobrehumana no olvidar, hay algo que recuerdo con colores, sonidos y sensaciones.
Me despertabas en la mañana, mamadera en mano, y sin tener nociones claras de tiempo, ya sabia que dentro de poco me ibas a ir a dejar al colegio, al kinder creo, en tu bicicleta. Era una Caloi verde, con unos plumeros plásticos de colores en sus manilleros, los que nunca supe para que eran, tenia unos flecos azules, verdes, naranjas y creo que blancos. No puedo olvidar la sensacion de sentarme atrás, afirmarme del fierro de tu asiento y de como disfrutaba del crujido del mismo, que en realidad no era un crujido de fierros a punto de quebrarse, sino mas bien de los resortes del asiento que hacían su trabajo....si, eso era, eran los resortes de tu asiento los que daban ese chirrido que tanto me gustaba y que hasta el día de hoy lo tengo estampado en mi oído.
No recuerdo si el viaje era largo o corto, solo recuerdo que lo disfrutaba porque el viento me daba solo en mi cuerpo ya que mi cara iba refugiada tras tu cuerpo. A veces asomaba mi cabeza hacia el lado para sentir ese viento y lograba ver tu cara hacia arriba, concentrada en el camino y pareciendo disfrutar el viaje también. Cuando miraba hacia abajo, veía tus pies girar y girar y parecía que nunca lo ibas a dejar de hacer, y el crujido del resorte me hacia esconderme tras de ti otra vez. Abre las piernas me decías, cuidado con los rayos y yo me volvía a asomar, el viento me daba en la cara y volvía a mirar tu cara desde abajo y luego volvía a mirar tus pies y después, el chirrido me volvía a mi lugar. Recuerdo que mirar hacia el lado era toda una experiencia, no porque fuese complicado, sino porque era como si fuese flotando. La única fuerza que hacia, era afirmarme del fierro, entonces mirar hacia el lado y ver que avanzaba sin esfuerzo alguno era toda una sensacion.
Luego, el fin del viaje, llegaba al colegio y, misteriosamente, no tengo recuerdos de que pasaba después. No se si me despedia, si te decía lo mucho que te quería, si te daba uno o mil besos, si te decía que me encantaban tus paseos en bicicleta tal como lo hago ahora. No, no hay mas recuerdos, ni kinder, ni tía, ni dulces ni nada, solo ese paseo en tu bicicleta Caloi, en la que, ahora mas viejo, a veces me siento a disfrutar de este viaje que se llama vida e imagino y se que voy contigo delante, en tu asiento y me afirmo de ese fierro y a veces también me asomo y veo tu cara al viento, con el cielo celeste de fondo y tu cola de caballo flotando en el viento y el chirrido del resorte que me hace refugiarme otra vez tras de ti, pero esta vez me quedo ahí, protegido, tranquilo y sereno.......y todo, es tal cual.....si, tal cual.


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